LA CULTURA DEL ESPIONAJE. EL HOMBRE SIN ROSTRO, de Markus Wolf
"La cultura psicológica de un servicio de espionaje se asemeja a la de un clan o una tribu, donde los individuos están unidos por un objetivo que los trasciende y por un común sentimiento de identidad, ya sea ideológico o de otro carácter. Cuando se destruye este sentimiento, el veneno de la desconfianza se introduce en el sistema. Los agentes que trabajan en la primera línea de fuego, incluso si su labor no está relacionada con el área donde sucedió la traición, sienten un escalofrío de vulnerabilidad, cuando se aproximan a un buzón (el lugar secreto donde uno puede recibir o enviar de manera clandestina una carta, un mensaje, un microfilme o algo por el estilo), o reciben instrucciones en clave del cuartel general. Resulta notoriamente difícil reclutar agentes nuevos después de una deserción grave. Para los jefes también puede haber consecuencias inquietantes. Un servicio de inteligencia de pronto se convierte en blanco del indeseado interés de los políticos, después que se comprueba que algo anduvo mal. Consideremos por ejemplo el terremoto que prácticamente paralizó a la CIA después del descubrimiento de Aldrich Ames. Al gran desaliento moral de un servicio de Occidente cuando se dio cuenta que los agentes a quienes había reclutado con la promesa de un anonimato total estaban siendo traicionados de manera sistemática desde el interior de su propia organización, se agregaba el golpe de que un servicio de inteligencia muy prestigioso y que contaba con amplios fondos sencillamente no obtenía resultados fidedignos, como lo indicaba el número de agentes perdidos. Un traidor en el seno de un servicio de inteligencia traiciona mucho más que los hombres y las mujeres cuyos nombres revela. Traiciona la integridad total de su servicio. Por supuesto, hay modos de reducir al mínimo tales riesgos. Uno de ellos es crear un intenso sentimiento colectivo, un espíritu de equipo en el que cada persona se preocupa por la seguridad y el bienestar de las demás en un nivel personal y profesional. El otro es apoyarse en los esquemas existentes de lealtad —ideológica, política, territorial— que se originan en la niñez, lo cual garantiza que el agente que piensa convertirse en traidor siente que al proceder así está traicionándose él mismo. El predominio en la CIA de norteamericanos blancos, anglosajones y protestantes de la Costa Este, de los grupos originarios de Oxford y Cambridge en los servicios secretos británicos, y de las dinastías familiares en la inteligencia soviética, son todos mecanismos protectores para evitar la traición."
No hay comentarios:
Publicar un comentario