LOS PASTORES DEL LEJANO OESTE. MI PRIMER VERANO EN LA SIERRA, de John Muir
"En el caso del pastor es aún peor, especialmente en invierno cuando vive a solas en su cabaña, pues, aunque a veces se anime con la esperanza de un día ser dueño de un rebaño y hacerse rico como su jefe, al mismo tiempo es probable que se degenere debido a la vida que lleva, y rara vez alcanza la dignidad o las ventajas (o desventajas) de poseer su propio rebaño. La causa de esta degeneración no hay que buscarla muy lejos. El pastor pasa en solitario casi todo el año, y la soledad para la mayoría de la gente es difícil de soportar. Pocas veces se entretiene y ejercita su mente con libros. Cuando vuelve de noche a su cabaña, agotado, no encuentra nada con lo que equilibrar su vida con el universo. No, después de todo el día arrastrando las ovejas, debe procurarse la cena, y lo más probable es que trate de esquivar esta tarea y mate su hambre con lo primero que tenga a mano. Quizás no haya cocido pan alguno, y entonces se preparará unas pocas tortitas grasientas en la sartén sin limpiar, hervirá un té y freirá tal vez unas lonchas de beicon. Normalmente hay melocotones o manzanas secos en la cabaña, pero aborrece tener que molestarse en cocinarlos, así que traga el beicon y las tortitas, y para el resto confía en el efecto estupefaciente del tabaco. Luego a la cama, a menudo sin quitarse la ropa después de llevarla puesta todo el día. Por supuesto, su salud sufre y ello afecta a su mente, y después de semanas o meses sin ver a nadie, acaba medio loco o loco por completo."
Nevada |
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