YO FUI MINISTRO DE STALIN, de Jesus Hernandez Tomas
"Abordamos el coche, que partió veloz por las calles convertidas en campamentos. En aquella tarde caliente de julio, Madrid tenía una alegría de cartucheras relucientes, de bayonetas, de sables, de pistolas. Miles de muchachos y muchachas, con el mono azul de los milicianos y con los primeros fusiles en las manos, ¡fusiles conquistados al enemigo en el Cuartel de la Montaña! Instructores espontáneos enseñaban a los jóvenes el manejo de los máuseres. Pasó una camioneta llena de gente enardecida que entonaba las primeras canciones de guerra. Llevaban una bandera republicana desplegada como la vela de un barco.
—¿A dónde van? —preguntó Cimorra.
—A la Sierra —contestó Mena.
«A la Sierra —pensé yo—. A tapar con su carne joven las brechas por donde se vuelca el fuego que va a devorar a España».
El cuartel del Quinto Regimiento había sido sede de un antiguo convento. Ahora se respiraba allí otra devoción. Tan mística la una como la otra. Antes enseñaban allí a bien morir; ahora, a matar bien. De ese cuartel saldrían los primeros capitanes del pueblo y las primeras compañías militarizadas a las que la lira del poeta cantaría:
«Las compañías de acero Cantando a la muerte van…»
—¡Hola, De Pablo!
—Salud, Hernández.
—¿Qué noticias tenemos? —pregunté.
—Las más graves son las de Somosierra. El general Mola se acerca con mucha fuerza.
—¿Hay con qué contenerlo?
—Sí y no. Hombres y corazón tenemos de sobra. Pero nos faltan mandos militares y armas, sobre todo armas —recalcó De Pablo, instructor sindical de origen rumano que se hallaba en España y que fue el primer voluntario internacional que se sumó a nuestra lucha."
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