ESCAPAR DE BERLÍN ESTE. BERLIN, 1961, de Frederick Kempe
"Schorr intentó explicar a sus oyentes estadounidenses por qué el Ejército de EEUU contemplaba pasivamente cómo los comunistas convertían un metafórico telón de acero en una realidad física de hormigón y mortero. «Posiblemente estaríamos dispuestos a ir a la guerra para defender nuestro derecho a permanecer en Berlín», dijo, «pero ¿podemos ir a la guerra para defender el derecho de los alemanes del Este a salir de su país?»
Los equipos de construcción habían empezado a trabajar también en Potsdamer Platz, iluminados por unos potentes focos que les permitían mantenerse activos veinticuatro horas al día. Sin embargo, la Bernauer Strasse se convertiría en el centro y el símbolo de la intención de Ulbricht de lograr que la división de Berlín fuera tan permanente como impermeable.
Un golpe de suerte durante la planificación de preguerra había colocado la Bernauer Strasse en la línea que dividía el barrio de Mitte, en la zona soviética, del de Wedding, en el sector francés. Hasta 1938, la línea de demarcación pasaba por el centro de la Bernauer Strasse, una calle de adoquines de un kilómetro de largo, pero aquel año los barrenderos del barrio de Wedding habían protestado. Para facilitar su tarea, las autoridades del Tercer Reich en Berlín habían decidido expandir el territorio de Wedding hasta el límite de los edificios de cuatro plantas situados en la parte este, de modo que los barrenderos pudieran disponer de toda la vía pública.
A consecuencia de ello, la división de Berlín durante la guerra fría había dejado los bloques de la acera norte en Berlín Oeste y los de la acera sur en Berlín Este. Así pues, durante los primeros días después del 13 de agosto, los residentes de aquella zona de Berlín Este pudieron huir al Oeste (en función de la ubicación de sus pisos dentro de los edificios) o bien saliendo simplemente por la puerta del edificio, o utilizando una cuerda o una sábana para descender a la calle a través de una ventana abierta.
Como muchos de los soldados destinados a Berlín Este para la Operación Rosa, Hans Conrad Schumann, de diecinueve años, había nacido en la Sajonia rural, donde su padre criaba ovejas en el pueblo de Leutewitz. Las autoridades sabían por experiencia que, con aquellas raíces, el joven Schumann tenía menos posibilidades de actuar de forma políticamente susceptible. Sin embargo, aquel 15 de agosto, mientras patrullaba por el lado correspondiente a la Alemania del Este de la fronterera Bernauer Strasse, Schumann no logró ver la amenaza para su patria socialista que le habían ordenado combatir. Lo único que vio fue un grupo de manifestantes justificadamente airados que agitaban sus puños y le gritaban que era un cerdo, un traidor o (lo que resultaba aún más ofensivo teniendo en cuenta el pasado alemán) un guardia de campo de concentración.
Para Schumann había sido una experiencia confusa, pues había experimentado una simpatía mayor hacia la multitud que hacia los soldados que pretendían dispersarla utilizando latas de humo y cañones de agua. Fue en aquel momento cuando Schumann empezó a planear su propia huida. Teniendo en cuenta el ritmo al que trabajaban los obreros, pensó Schumann, harían falta pocos días para que la alambrada de púas que aún separaba las dos aceras de la Bernauer Strasse se viera reemplazada por un muro de hormigón. En cuestión de semanas, todo Berlín Este quedaría rodeado y, con ello, su posibilidad de huir se habría desvanecido.
Mientras imaginaba su huida, Schumann pisó con la punta del pie la alambrada de púas para comprobar en qué medida cedía a la presión.
«Oye, ¿qué haces?», le preguntó un colega.
Aunque el corazón le iba a cien por hora, Schumann respondió con voz tranquila:
Un joven fotógrafo observaba a Schumann desde unos metros de distancia, en Berlín Oeste. Peter Leibing, que trabajaba para la agencia Conti-Press, de Hamburgo, había acudido rápidamente a Berlín para capturar aquel momento histórico crucial. Las imágenes eran poderosas: soldados de la Alemania del Este armados con metralletas, mujeres llorando, caras furiosas y tristes, todo ello enmarcado por las alambradas de púas. Cuando Leibing llegó al epicentro del drama, la Bernauer Strasse, se unió a una multitud de berlineses del Oeste que ya se habían congregado en aquel punto para presenciar la construcción del muro. En una esquina de la Ruppinerstrasse, en el Oeste, Leibing observó a través de su lente a Conrad Schumann, que fumaba un cigarrillo apoyado en un edificio del lado Este. Algunos de los presentes le contaron a Leibing que Schumann se había aproximado varias veces a la alambrada, y que en cada ocasión la había chafado un poco con el pie, como si deseara comprobar hasta qué punto cedía a la presión.
Cuanto mayor fuera el número de espectadores, se dijo Schumann, más probabilidades tenía de huir, pues sus colegas se lo pensarían dos veces antes de dispararle mientras huía. Schumann le gritó a un joven berlinés del Oeste que se había acercado demasiado a la frontera que retrocediera, pero a continuación, y en voz baja, había añadido: «Ich werde springen» (Voy a saltar).
El joven se marchó corriendo y al poco tiempo una furgoneta de la policía de Berlín Oeste se aproximó tanto como pudo a la línea de demarcación sin atraer la atención de otros soldados de la Alemania del Este. Leibing enfocó el punto de la alambrada que Schumann había estado tanteando; le pareció irónico que fuera a utilizar una cámara Exakta, de la Alemania del Este, para sacar aquella fotografía. Cuanto más esperaba, más le parecía a Leibing que Schumann había perdido el valor o que no había tenido intención de saltar en ningún momento.
Sobre las cuatro de la tarde, Schumann vio como sus dos colegas desaparecían tras la esquina y se perdían de vista. Entonces arrojó el cigarrillo, esprintó y saltó por encima del rollo de alambre de púas, apoyándose con la bota lo justo para darse impulso sin hundirse. A medio salto, agarró la metralleta Kalashnikov con la mano derecha mientras extendía el brazo izquierdo para mantener el equilibrio. La multitud que lo ovacionaba tuvo la sensación de que estaba desplegando las alas, como si fuera a salir volando. Su casco de acero se mantuvo inmóvil sobre su cabeza, al tiempo que Schumann encogía el cuello. Como si de un saltador de vallas experimentado se tratara, aterrizó sobre el pie izquierdo y, sin dejar de correr, entró a través de la puerta abierta de la furgoneta policial, una Opel Blitz, que lo estaba esperando.
Su experiencia fotografiando saltos de caballos en Hamburgo le permitió a Leibing tomar una instantánea que capturó a la perfección el momento en el que el soldado saltaba el obstáculo. Su disparador manual tan sólo le permitía tomar una foto, pero eso le bastó para conseguir una imagen icónica.
«Bienvenido a Occidente, joven», le dijo el agente de la policía de Berlín Oeste a un Schumann tembloroso y silencioso, que se hundió en el asiento de la furgoneta.[*] Entonces, la puerta se cerró de golpe y el vehículo se alejó a gran velocidad. Fue un breve triunfo.
Al cabo de una semana, Ulbricht estaba ya tan seguro de que Kennedy no iba a intervenir que el 22 de agosto empezó a ampliar la construcción del muro a otros puntos. Aunque el 13 de agosto pasaría a la historia como la fecha de construcción del Muro de Berlín, lo cierto es que éste fue creciendo gradualmente a lo largo de los siguientes días, cuando los comunistas estuvieron seguros de que no iban a hallar resistencia.
[*] Más tarde, Schumann se instaló en Baviera, en la Alemania Federal, donde conoció a su mujer. Tras la caída del Muro de Berlín declaró: «Sólo me he sentido verdaderamente libre desde el 9 de noviembre de 1989 [fecha de la caída del Muro]». Sin embargo, experimentó tensiones con antiguos colegas y familiares de Sajonia; el 20 de junio de 1998, aquejado de depresión, se suicidó ahorcado de un árbol.
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