DIFERENCIA ENTRE IDEÓLOGOS Y RADICALES. TIEMPO DE CANALLAS, de Lillian Hellman
"Los liberales de la Guerra Fría eran ideólogos, y los ideólogos suelen encontrarse en unas mismas bases, aunque sólo sea para batallar sobre ellas. Los radicales del tipo de Hellman y Hammett ni siquiera logran encontrarse sobre este territorio común. La imagen popular del radical es la de un tipo irresponsable y enloquecido, «lanza bombas». Pero casi todos los radicales que yo he conocido han sido personas extraordinariamente correctas. Suelen oponerse a la degradación general sin ofrecer «soluciones» programadas, pero con un código personal que permite la vida del respeto propio en un orden social denigrante. No quieren verse implicados en la responsabilidad por los crímenes de la sociedad; lo cual quiere decir que deberán tomar una responsabilidad especial por sus propias actos.
La ideología es, por contraste, un escape de la responsabilidad personal. Whittaker Chambers, por ejemplo, quería que le dijeran lo que tenía que hacer: quería ser el esclavo de la historia. Los ideólogos quieren que otros certifiquen que ellos son respetables: los miembros del Comité, o los miembros del Partido, o los de la ADA. Quieren que el programa nacional les dicte sus odios. Mientras el radical piensa en las personas virtuosas, el ideólogo piensa en la ortodoxia. El radical odia a las personas crueles y dañinas, mientras que el ideólogo odia las ideas heréticas, por muy «simpáticos» que puedan ser quienes las defienden. El radical intenta regirse por un código de honor personal en un mundo podrido, como ejemplo los detectives privados de Hammett, que servían a la sociedad, a pesar de no respetarla, que reconocían a los hombres, y no se limitaban a perseguir al crimen, en abstracto, cazando implacablemente a sus víctimas. Hammett blandía ese instrumento que el hombre ha preferido siempre para herirse a sí mismo: la ironía. Y los ironistas suelen ser temibles cruzados. Lo peor que se le podía desear al mundo ratonero de los ideólogos comunistas de los Estados Unidos era haber tenido entre sus filas a una docena más de Hammetts.
Lillian Hellman creció en el Sur, sitio de feroces ambivalencias morales, pero también de un individualismo intenso. A ella le sucede con la ideología lo que a Faulkner con el racismo: está demasiado envuelta en sus amores y aversiones personales para discernir el odio cuando lo encuentra en un programa. Los radicales suelen ser buenos para el odio, porque saben cómo concentrarlo. El odio ideológico es más frío, pero también más difuso: está hecho de largas listas y de largos recuerdos, de venganzas impersonales, de una paciente voracidad. El rostro helado de la ideología se encuentra tan distante del mundo moral de Lillian Hellman que es prácticamente invisible para ella."
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