EL SECRETO DEL TIO OSCAR, de Fernando Trujillo Sanz
Nuria no colaboraba. Tenía la vista perdida en el suelo y el ceño fruncido. A Lucas le pareció que estaba muy concentrada. A Silvia, por otra parte, se la veía inmersa en la duda. El tono de sus palabras delataba que su confianza en su propia teoría empezaba a flaquear. Lucas no la culpó. Quería decirle algo que la animara y le demostrase que él estaba con ella, pero no se le ocurrió nada. Pensó en las letras y en la posible palabra que estuviese formando el coche. No tenía sentido. Después de todo, tal vez el Escarabajo paraba en lugares aleatorios por una causa que desconocían y eran sus ansias de aventura las que les habían llevado a creer en la otra versión de los hechos.
—Se os ve un poco abatidos —dijo Carlos—. ¿Ya os rendís, nenas? ¿Dónde está toda la energía que empleasteis antes para discutir conmigo cuando me negaba a venir?
—¿Quieres decir que ahora crees en el Escarabajo «escritor»? —preguntó Silvia tímidamente.
Lucas también quería saber la respuesta a esa pregunta.
—No lo sé, la verdad —contestó Carlos en tono sincero—. Pero sí creo lo que ha dicho mi hermana. Esto es algo único. Y estoy convencido de que no hay peligro dentro del coche. —Silvia dibujó una sonrisa al escucharle—. Hay algo más. Tu teoría de las letras es impresionante. Estudiando la Ingeniería de Caminos o no, a mí nunca se me habría ocurrido. Tenéis que seguir pensando en ello para dar con la explicación.
Silvia se sonrojó por las palabras de Carlos. No se las esperaba.
—Tú también puedes colaborar.
—¿Yo? —se rió Carlos—. Yo sólo sirvo para jugar a las cartas. Si dependéis de mí para desvelar el misterio, lo lleváis claro. El Escarabajo podría escribir El Quijote entero antes de que yo…
—¡Lo tengo! —gritó Nuria dando un salto en el asiento—. Dices que ayer se detuvo en las curvas que formaban la ‘S’ en la que acabamos de estar, ¿no es así? —le preguntó a su hermano. Carlos y Lucas asintieron entusiasmados—. Eso significa que la palabra empieza con una ‘S’.
—Entonces tenemos soyos —dijo Lucas—. Tampoco es que sea muy esclarecedor.
—Lucas, concéntrate —le pidió Nuria—. Puede que no te guste lo que te voy a decir. —Lucas se preocupó un poco por esa advertencia—. No es una palabra. Son dos. La primera es soy. La segunda empieza por os. Te apuesto lo que quieras a que la siguiente letra es una ‘C’. ¿No lo entendéis?
—Óscar —dijo Silvia de repente—. Soy Óscar . Tú tío, Lucas.
Lucas y Carlos se quedaron petrificados. Parecía muy lógico. Tenía que ser eso. Lo cual implicaba…
—No es el coche el que está escribiendo, Lucas —dijo Nuria—. Es tu tío Óscar. Sé que suena imposible pero tú escúchame. Sustituye el mapa de carreteras de Madrid, o de esta parte, por un tablero gigante, y al coche por un vaso.
Le llevó un tiempo entender lo que Nuria quería decir. Era sencillamente imposible, casi ni se atrevía a pronunciarlo en voz alta.
—¿O-Ouija? —logró tartamudear Lucas tras unos segundos.
—Efectivamente —dijo Nuria—. Si no estoy loca, estamos participando en una sesión de espiritismo acojonante.
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