AJUSTES DE CUENTAS TRAS LA LIBERACIÓN FRANCESA. COMBATIENTES EN LA SOMBRA, de Robert Gildea
"La liberación de los campos desencadenó un ajuste de cuentas a medida que los deportados de la resistencia supervivientes, como si de Furias se tratara, regresaron para exigir que se hiciera justicia con quienes los habían delatado. Los malhechores que habían mantenido bajo el perfil se vieron por fin expuestos y cosecharon el fruto de su traición. En mayo de 1946, Germaine Tillion declaró ante un magistrado contra Robert Alesch, el falso cura de Luxemburgo que había delatado a docenas de otros combatientes de la Resistencia, incluida su propia madre y Anise Girard. Había huido a Bélgica pero fue detenido por las autoridades estadounidenses en julio de 1945 y enviado de vuelta a Francia para enfrentarse a la Justicia. Fue condenado a muerte por la Corte de Justicia del Sena el 26 de mayo de 1948 y fue fusilado el 25 de enero de 1949.
También fue ajusticiado otro traidor que había intentado reinventarse a sí mismo como resistente y soldado: Roland Farjon. La Organisation Civile et Militaire (OCM) quedó devastada en enero de 1945 al descubrir que uno de los cadáveres hallados en las fosas comunes en la fortaleza de Arras, donde habían sido fusilados por los alemanes, era el del coronel Alfred Touny. El 13 y el 14 de julio de 1945, los deportados supervivientes de la OCM declararon ante el comisario de Policía Georges Descroisettes. Cada uno de ellos le contó el relato de su detención y luego que su compañero de presidio Farjon les dijo que los alemanes lo sabían todo y que no tenía ningún sentido no hablar: «Jugamos y perdimos», era su estribillo habitual. Al intercambiar miradas y palabras entre sí, se dieron cuenta de que era un topo y un traidor. Farjon intentó justificarse apelando al líder de la OCM Maxime Blocq-Mascart, pero sin éxito. También intentó ver a De Gaulle, pero el general se negó a recibirle. El 21 de julio de 1945 se arrojó al Sena. En su maletín se encontró una carta dirigida a Blocq-Mascart: «Quiera Dios que tú y mis camaradas de la Resistencia veáis que este suicidio es un acto de valor, pues así estoy actuando».
Los ajustes de cuentas con resistentes británicos que presuntamente habían cometido delitos fueron mucho menos severos. Cabe decir, en efecto, que el establishment estaba dispuesto a encubrir episodios repelentes de la vida de la Resistencia a fin de conservar la narrativa del heroísmo británico. Cuando Maurice Southgate fue detenido y conducido al Cuartel General de la Gestapo en París, en la avenida Foch, le sorprendió ver al agente del EOE Bob Starr —el hermano menor de George Starr— de ánimo relajado con los alemanes, fumando y charlando con ellos. Se le ocurrió, así como a otros que vieron a Starr allí con ellos, que trabajaba para los alemanes. Más tarde Starr fue deportado a Sachsenhausen como prisionero de guerra, no como espía. Interrogado a su vuelta, objetó que había descodificado mensajes de la BBC que los alemanes ya poseían, y que como artista, dibujó mapas a partir de información de la que ya disponían. No fue procesado ni bajo la Treachery Act de 1940 ni bajo la Army Act de 1901. Entretanto, George Starr fue criticado por su correo, Anne-Marie Walters, a la que había enviado de vuelta a Gran Bretaña. Esta alegó que, en compañía de su guardaespaldas, un ruso que había sido miembro de la Legión Extranjera, de nombre Buresie, «personaje peligroso y sanguinario y también un tanto desequilibrado», Starr había disfrutado torturando a los miembros de la Milicia Francesa capturados: «Mantuvieron los pies de uno de aquellos hombres dentro del fuego durante veinte minutos, hasta que se le consumieron lentamente hasta llegar a las rodillas; otras torturas son demasiado horribles para mencionar siquiera. También se fusiló a bastante gente». Llegados a ese punto, el EOE cerró filas. Cuando Walters solicitó volver a Francia para trabajar para el EOE, Maurice Buckmaster se negó a entrevistarse con ella y más tarde le dijo a su padre que su hija «se había comportado con muy poca cortesía. Es más, la gente chapada a la antigua, como yo, nos sentiríamos inclinados a calificarlo de grosería pura y dura». Ella encontró una nueva salida para sus ambiciones concediendo entrevistas y escribiendo una narración ligeramente novelada de sus aventuras, Moondrop to Gascony. En el ínterin, en febrero de 1945 se reunió una comisión de investigación más bien simbólica para evaluar las alegaciones hechas contra Starr. No se adoptó medida alguna; es más, se le concedió la DSO"
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