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lunes, 22 de junio de 2020

LOS PERROS NEGROS , de Ian McEwan

Los perros negros - McEwan, Ian - 978-84-339-1189-6 - Editorial ...
LOS PERROS NEGROS , de Ian McEwan

Cuidar de ella era bueno para mí. Me mantenía civilizado y alejado de mis propios problemas. Habrían de pasar dos décadas hasta que me sintiese tan arraigado como entonces. Disfrutaba sobre todo las tardes en que Jean y Harper salían, especialmente en verano, cuando le leía a Sally hasta que se dormía y luego hacía mis deberes en la mesa grande junto al balcón abierto al dulce olor de los alhelíes perfumados y el polvo del tráfico. Yo estaba estudiando para mis exámenes de bachillerato en The Beamish, en Elgin Crescent, una escuela preparatoria que gustaba de llamarse academia. Cuando levantaba la vista de mi trabajo y veía a Sally detrás de mí en la habitación medio a oscuras, tumbada de espaldas, las sábanas y los ositos de peluche empujados más abajo de sus rodillas, los brazos y las piernas muy abiertos, en lo que yo interpretaba como una actitud de confianza en la benevolencia de su mundo completamente equivocada, me sentía exaltado por un intenso y doloroso instinto de protección, una punzada en el corazón, y estoy seguro de que ese es el motivo de que luego haya tenido cuatro hijos. Nunca tuve dudas al respecto; en alguna medida uno es huérfano para toda la vida; cuidar niños es una forma de cuidar de uno mismo.

Imprevisiblemente, Jean irrumpía en nuestra habitación, impulsada por la culpa o por un excedente de amor después de hacer las paces con Harper, y se llevaba a Sally a su parte del piso con arrullos y abrazos y promesas sin valor. Era entonces cuando la negrura, el sentimiento de vacío y desarraigo caían sobre mí. En lugar de holgazanear por ahí o ver la tele como otros chicos, yo salía a la noche, bajaba por Ladbroke Grove y me encaminaba a la casa que en aquella temporada me resultase más acogedora...

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