LA HISTORIA DEL HOLOMODOR. HAMBRUNA ROJA, de Anne Applebaum
Con la misma rapidez, la glásnost se empezó a quedar corta a ojos de los ucranianos. En agosto de 1987 Viacheslav Chornovil, uno de los líderes intelectuales de la disidencia, escribió una carta abierta de treinta páginas a Gorbachov, acusándolo de haber instaurado una glásnost «superficial» que preservaba la «soberanía ficticia» de Ucrania y de otras repúblicas no rusas, pero que acallaba su idioma, su memoria y su verdadera historia. Chornovil le ofreció su propia lista de «vacíos» de la historia de Ucrania, que incluía a las personas y los incidentes que seguían sin ser mencionados en los relatos oficiales: Hrushevski, Skrípnik, Jviloví, los arrestos en masa de intelectuales, la destrucción de la cultura nacional, la persecución del idioma ucraniano y, obviamente, la gran hambruna «genocida» de 1932 y 1933.
Otros siguieron su ejemplo. El Capítulo Ucraniano de la Conmemoración, una sociedad soviética en recuerdo de las víctimas de Stalin, empezó por primera vez a reunir testimonios y recuerdos de forma pública. En junio de 1988 otro poeta, Borís Olínik, tomó la palabra en el famoso XIX Congreso del Partido celebrado en Moscú, el más abierto y polémico de la historia, y el primero en emitirse en directo. Planteó tres cuestiones: el estatus de la lengua ucraniana, los peligros de la energía nuclear y la hambruna. «Se deben hacer públicas las razones por las que tuvo lugar la hambruna de 1933, que acabó con la vida de millones de ucranianos, y los responsables de dicha tragedia [deben] ser identificados por su nombre.»
En ese contexto, el Partido Comunista de Ucrania se preparó para responder al informe del Congreso estadounidense. Ante el dilema, el partido decidió formar un comité, como tan a menudo hizo en los sofocantes últimos años de la Unión Soviética. Shcherbitski les asignó a los especialistas de la Academia de Ciencias de Ucrania y del Instituto de Historia del Partido —las organizaciones que se encontraban tras la publicación de Fraud, Famine and Fascism — la tarea de desmentir las acusaciones generales, y en particular la de argumentar contra las concusiones a las que había llegado el informe del Congreso. Una vez más, los miembros del comité debían ofrecer una negativa oficial. Para asegurarse el éxito, los historiadores recibieron permiso para acceder a las fuentes archivísticas.
El resultado fue inesperado. Para muchos de los académicos los documentos supusieron toda una revelación. Contenían informes precisos sobre las decisiones políticas, las confiscaciones de cereal, las protestas de los activistas, los cadáveres que yacían en las calles de las ciudades, la tragedia de los huérfanos, el miedo y el canibalismo. La conclusión del comité fue que no había existido fraude alguno y que el «mito de la hambruna» tampoco era un complot fascista. La hambruna había sido real, había ocurrido, y no podían seguir negándolo.