UN CAPRICHO DE LA NATURALEZA, de Nadine Gordimer
",,,,—. ¿Así que no sólo viste los delfines, sino que nadaste entre ellos? Son unos animales maravillosos. Ah, Joe, ¿y aquel disco? ¿No teníamos un disco de unos delfines cantando o hablando, grabado en el mar, de Cousteau o alguien así? Sería un buen regalo para Olga. Hillela se lo podría regalar para darle las gracias. Tengo que buscarlo. -—Empezó a comer sin cesar, con los ojos fijos en el plato, como un niño obligado a hacerlo. La interrupción de la animación dejó un vacío del que nadie pudo escapar. Entonces salió de ella otra voz, sólo para Joe—: Y tenemos que pensar en tu trabajo. Eso es lo que tenía que haber dicho. Ahí está el quid. Si nosotros… bueno, yo, pero es lo mismo, nadie separaría la culpabilidad, ¿verdad…? Si nos metiéramos en este tipo de cosas, un día u otro se sabría, y tu credibilidad…
Él cerró los ojos momentáneamente y los volvió a abrir.
—… quiero decir tu integridad profesional, se iría a rodar. Para siempre. Y lo que puedes hacer en los tribunales es mucho más importante…
Él sacudió la cabeza, incitando a la corrección.
—No, bueno, no son excusas. Ya sabemos que lo más importante es que a la gente le guste lo que hemos hecho…, pero tu trabajo también es absolutamente necesario, en el mismo contexto. Hay que ser sensato. Tenía que habérselo dicho. Debería ir a otros con este tipo de cosas. Tendría que habérselo dicho. No a las casas de los abogados. Tenía que haberle dicho que, si te acusaban de participar de cualquier modo que no sea profesional, no podrías volver a ocuparte de ese tipo de casos, ¿no? Deberían comprender que también necesitan a gente como tú.
—Has actuado correctamente, y no hay nada más que decir.
El chico y la chica vieron que Pauline manejaba torpemente el cuchillo y el tenedor. Los soltó y sus manos se buscaron; cada uno de los rígidos dedos se abrió paso por los intersticios que quedaban entre los de la otra mano.
—Es de esperar que la gente sea consecuente con lo que dice. Ya te puedes imaginar cómo correrá la noticia. Ella es de los que se ocupan de que sea así…
Joe puso punto final a la cuestión retorciendo el labio y la lengua para sacarse una pepita de tomate que se le había metido en una muela.
Pauline se retiró el pelo de la cara, sujetándolo con fuerza en la nuca durante un momento, exhibiendo su desnudez, las sienes que siempre estaban cubiertas, y luego se soltó de nuevo la melena.
—¡Ay, los delfines, Hillela! Me encantan esas historias de que salvan a gente que se está ahogando y empujan barcas que se hunden hasta la orilla. Ojalá fueran ciertas."
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