LORENZ SALADIN, de Annemarie Schwarzenbach
Este pequeño libro biográfico rescata la vida y milagros alpinos de Lorenz Saladin. Una vida corta pero intensa en una época en que, como le pasa a la autora, los viajes dejan huellas imborrables, se descubren paisajes ignotos, casi vírgenes, y se vuelve a casa como una celebridad. Para colmo, el caso de Saladin es el un suizo de culo inquieto, bregado en el trabajo desde pequeño (nació en 1896), poco dado a contar sus hazañas por su modestia. Por eso la autora no tiene registros escritos a mano hasta los años finales de su vida pero si fotografías de sus viajes y los recuerdos de quienes lo conocieron. Tampoco sus diarios de las ultimas expediciones estaban escritos para encandilar al publico, eso lo hace Annemarie Schwarzenbach. En este aspecto, el libro funciona como una hagiografia laica, un ejemplo del triunfo de la voluntad sobre el destino hasta el malogrado momento de su muerte en 1936. Muy de su epoca. Habiendo leído biografías más actuales, imagino que ahora se hubiera descrito esa vida con un estilo muy diferente. Son las mismas montañas, pero otros tiempos. Pero si algo destaca de Saladin desde pequeño es su ansia por ver cosas nuevas, salir de casa, ver mundo.
En realidad, hasta 1933 no se nos cuentan más que breves anécdotas de su paso por Francia, España, Sudamérica y Norteamérica. Nada sobre ascensiones concretas, y sí mucho viajar. Pero de regreso a casa en 1933, se organiza un viaje al Caucaso por primera vez con 4 amigos de los que uno muere. Y al año siguiente la segunda expedición: aquí ya entramos realmente en materia alpina. En la primera expedicion van con muchos medios y pocos triunfos. La segunda cuenta con pocos medios y muchas satisfacciones, entre ellas conocer a Vitali Abalakov, del que ya hable en un libro anterior: LOS ALPINISTAS DE STALIN. Aunque sus anotaciones de viaje son sumarias, aquí ya le da por anotar lo que ve y lo que hace.
En 1935 es invitado a acompañar a Vitali al Pamir, y aquello empieza a gustarle muchísimo. Las cumbres en el corazón de Asia son de una envergadura que terminan por conquistar su ánimo y su compromiso el alpinismo. Si en el Caucaso se anotó primeras ascensiones y primeras vías, aquí pasa otro tanto. Es el único extranjero de la expedicion pero cumple muy bien, lo suficiente para volver a ser invitado por las autoridades soviéticas para el año siguiente, 1936. Y es que Saladin, después de haber visto el Kan Tengri, el pico Lenin, el Stalin, etc, deseaba volver y estar donde más lo deseaba el año anterior. Porque la característica esencial con que describe la autora a Saladin es que deseaba afrontar nuevos retos alpinos, lejos de la civilización que más conocía, con todo lo que disponía. Sin otro fin que el descubrimiento y la ascension alla donde muy pocos habian posado todavia los ojos.
Cierto es que traductor advierte, a pie de página, de algunos errores geográficos en que incurre la autora, por lo que a veces sospecho que está biografía de una persona digna de tenerla escrita podía ser bastante mejorable. Pero tal vez no haya otra que esta, así que continuamos. Por otra parte, Saladin es un tipo de alpinista que no se preocupó mucho por hacer de su nombre una marca publicitaria que vendiese mejor sus logros, por lo que no es de los más conocidos de su época. Murió antes de los 40, y el olvido del público llegó pronto en contraste con el recuerdo que dejó en sus verdaderos amigos. Es un final que se detalla en pocos parrafos, aunque lucho contra las congelaciones todo lo que pudo en aquellas soledades asiaticas. En ese aspecto. el libro de Cedric Gras anteriormente comentado da mas detalles seguramente porque al estudiar la documentacion sobre los hermanos Abalakov recabo mejores datos. La autora escribio este libro 2 años despues de la muerte de Saladin, asi que hizo lo que pudo. Ella misma murio en 1942.
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