CUENTOS ESCOGIDOS, de Joy Williams
Los cuentos de Joy se pueden leer sentado, tumbado, de día, de noche, en muchas circunstancias diversas menos una en concreto: con prisas o con desgana. No estoy leyendo un relato donde suceden cosas típicas ni concluyen rotundamente, sino todo lo contrario. Las cosas que suceden se expresan como piezas que no terminan de encajar entre sí y que dejan una sensación de extrañeza y desasosiego porque así es la naturaleza de las cosas que ocurren, da igual las que sean. Es que estamos ante una lectura peculiar. No terminan de agobiar por la intensidad de lo que pasa, pero te pueden dejar la impresión de que algo está sucediendo ante mis ojos y no lo estoy apreciando en su justa medida. Hay que estar atentos a lo que está pasando porque en cualquier distracción sientes que te has perdido algo esencial. Pero es una sensación falsa, no es cierta, no se te ha perdido nada si no te distraes mucho: está ante tus ojos, frase tras frase. Es, cómo no, esa sensación de extrañeza ante las cosas que pasan. Es la ausencia de un futuro con lo que te traes entre manos, la carencia de una afectividad real con los que te rodean a diario.Yo las contaría de una forma más plana para hacerme entender, y ahí si se me estaría escapando algo esencial no de lo que pasa, sino de cómo lo entiendo personalmente. Y ahí está la gracia del asunto. La gracia de Joy Williams. Una especie de realismo mágico, según las etiquetas que aparecen junto al nombre de la escritora de forma habitual.
Por ejemplo, las mujeres ofrecen poca seguridad a la gente que las rodea, pero no son exactamente frágiles. No terminan de ser adultas, incluso cuando alcanzan esa edad, y no por infantilismo, sino porque no terminan de adaptarse al mundo como se espera de ellas. Es ese tipo de adulto que uno no querría ser.
Eso les confiere una vida interior intensa como pocas veces se ve, siempre a través de fragmentos rotos de vida monótona, convencional, nada de situaciones extremas o retorcidas, pero es lo que como lectores buscamos de un cuento. En cuatro pinceladas te describe lo ingrata que es la vida por mucho que te esfuerces en lo contrario. La comunicación más íntima con la otra persona se ofusca, se debilita como un árbol enfermo y te empuja a buscar a una persona nueva con quien empezar de cero. La mayoría de las veces con idéntico final. Las interpretaciones de estos cuentos parecen variadas, pero todos los personajes parecen no encajar en su propia vida, en su propia familia, en su propia casa. Si te sientes extraño en el mundo, pero en un grado como de que esta taza de café, la de siempre, tiene algo que no la hace tuya, este es tu libro. Aunque no sea cierto eso que sientes. Solo son palabras escritas, pero en las palabras ella ve cosas que otros no ven o no se atreven, en realidad, a contar.
No son cuentos en torno a una idea central y poderosa, que puede ser también, sino pequeñas sensaciones como picotazos en la piel que van conduciendo, aunque no lo parezca, a estados emocionales reconocibles, precisos, de esos por los que pasamos a lo largo del día sin darnos cuenta pero que marcan el estado de ánimo con que lo acabas y te acuestas cada noche. Esto casi parecería un don de la escritora de no saber que también hay mucho trabajo tras cada uno de estos cuentos. No recurre a párrafos alambicados ni a sentimentalismos, es una prosa despojada de sentimentalismos, de juicios y pretendidas explicaciones psicológicas. Y todo eso mientras los personajes conducen, descansan al sol en el jardín, están en una fiesta de unos amigos, salen del trabajo...
Joy Williams lleva publicando desde 1966, y parece recorrer Estados Unidos con su vehículo desde entonces los lugares anodinos de la vida en todos sus rincones. Ella, y muchas veces la compañía de un perro en los cuentos, les da su toque narrativo hasta hacer interesantes esos escenarios entre Tucson (Arizona) y Laramie (Wyoming), donde vive. Son 46 historias, de las cuales 13 son nuevas. Unas 720 paginas.
Aqui algunos enlaces mas que me parecieron interesantes: NEW YORKER y El ESPAÑOL