LA VIDA SIMPLE, de Sylvain Tesson
A comienzos de febrero de 2010 Sylvain fue llevado en camión hasta una cabaña de madera de 3x3 metros de superficie en la orilla oeste del lago Baikal. Se ve que le tenía echado el ojo hacía años al lugar. Y se pega alli 6 meses como un experimento de abstemio, pero no de vodka, sino de noticias, de pantallas, de cualquier tecnología, de ruidos, de comodidades. Se chupó todo el frío del mundo, de los -35ºC hasta el comienzo del verano.
A veces se compara con un ermitaño, pero uno de esos lo es de por vida o por muchos años al menos, Tesson no llega a tanto, por lo que me parecen un poco pretencioso llegar a tantas conclusiones e ideas cuando ya tienes comprado el billete de vuelta. Pero a él le vale. La gracia del libro está en fijarse en esas cosas que, habitualmente cuando paseas o viajas, detectas que están ahí pero no tienes tiempo para detenerte en ellas: unas huellas, el bosque que se dobla bajo el viento, las estrellas sobre el espejo del lago, etc. Tesson se buscó el tiempo y el lugar para hacerlo (y una buena provisión de vodka, puros y libros)
Escritura a base de sentencias y aforismos continuos. El comienzo es deliberadamente semejante a Walden como una declaración de intenciones. Interesado en las transformaciones que sufre en su cuerpo, en los motivos de interés dentro de una cabaña solitaria (su aislamiento, por ejemplo), en lo que pasa al otro lado de la ventana... así pasa febrero, el primer mes, cuando los camiones ruedan sobre la superficie helada del Baikal sin miedo. Me recordó a otro libro, con menos poesía y algo más de actividad: Un invierno en Indian Creek. Es un mundo limitado y previsible: el lago enfrente, el bosque y detrás las montañas de 2000 m. Después las visitas esporádicas de vecinos rusos con el carácter que les propio según todos los tópicos que les añade Tesson, el deshielo, la ventisca, los libros que lee, subir una cima, descubrir una cascada helada, abrir un agujero en el hielo para pescar, o hacerlo en verano desde un kayak, el eterno paisaje de nieve o de liquen, siempre de cedros.... todo ello le va configurando como ser solo por el contacto, la visión de todo esto, y no por una síntesis de ello a distancia que es, en el mejor de los casos, lo que hubiera recibido de la taiga siberiana en la ciudad. Hace de esta simplificación de la vida a lo largo de este año un experimento estoico del que desgrana impresiones e ideas sencillas del buen vivir en armonía consigo mismo y con la naturaleza.
Muchas de sus salidas de la cabaña son para visitar a vecinos, gente al mando de una estación meteorológica o guarda forestal.
En mi opinión, es muy subjetivo y personal, y no tiene porque ser algo común a todos los que se planteen una experiencia semejante. Pero así como es muy clásico en gustos y espíritu, se hace fácil imaginar cada día que describe por cómo lo cuenta.
Una de las bases de la narrativa está en su biblioteca de lectura para los 6 meses. De ellas saca numerosas reflexiones a lo largo del libro. Le sirven para divagar o para ensoñaciones o para aplicarlo a su realidad siberiana, el silencio y la soledad eremita junto a la gran expresividad del paisaje natural y salvaje.
Se lee fácil, y sobre todo, perdura la emoción hacia la naturaleza e incluso sube unos grados conforme se acerca la despedida. Tiene una pelicula, un documental y un comic basados en el libro, que en frances tiene un titulo bien diferente: Dans les forêts de Sibérie
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