LAS MONTAÑAS DE LA LUNA, de Richard Burton
Burton, en 1857, se puso al frente de una expedición de la Sociedad Geográfica Británica para consignar un recuento de las cosas que se podían conseguir "de alguna manera", como por ejemplo comerciando. Un montón de porteadores negros y solo dos europeos, él y el capitán Speke, en un pedazo de planeta donde no había aparecido gente de ese color que la inmensa mayoría de sus habitantes vieran hasta entonces. Se trataba de hacerlo no ya cerca de la costa, que es lo fácil. Querían llegar al interior continente, como siempre lo habían hecho las caravanas de árabes. Por eso mismo, y siguiendo la ruta de esta gente, se encontraron con muchas de ellas. El autor reporta estos encuentros como los más civilizados en general, en detrimento de las tribus africanas y el paisaje generalmente incómodo y salvaje que atraviesan. Pero también se detenía a describir la magia de un instante en la selva, o el final de la jornada lleno de fogatas de porteadores al raso de la noche, o la primera vez que vio el lago Tanganika, creo que son los pasajes más interesantes. El estilo es el típico de las memorias que suelo leer de esta gente, entre simple y monótono a veces, siempre haciendo recuento de cosas vistas, como si el consignar lo que ocurrió simplemente evitara el aburrimiento por momentos del lector que era yo. Tal vez en el siglo XIX fuera así.
Todo lo que escruta el ojo de Burton recibe una nota según sus valores ingleses: un negro vestido es un negro civilizado, pero sus labios si son gruesos expresan su naturaleza salvaje. Lo dice él al final del capítulo VII. Llegado a la Tierra de la Luna, hay un montón de ribetes de desprecio hacia sus habitantes, y cuando se les cita por algo honorable es por ser mansos como animales de carga. De los árabes crítica principalmente que posean esclavos, pero él mismo los alquila para su uso.
No sé hasta qué punto es acertado titular Las montañas de la Luna a lo que visita Burton cuando después él se refiere constantemente a La tierra de la luna. A veces se aduce que son las montañas Rwenzori, pero tengo claro que Burton no las visitó, quedan más al norte.
También estaba el capitán Speke, pero apenas lo nombra salvo para decir que estaba enfermo y poco más. Burton también pasó lo suyo, pero su voz es la omnipresente.
Llegó hasta Ujidji, en la costa del Tanganica, un centro importante de comercio de esclavos. Intento descubrir las fuentes del Nilo allí, lo típico entre los exploradores de la época en aquella región del mundo, cosa que no pudo, pero al menos describió lo que vio y entendió. A veces pienso que estas descripciones y reflexiones que hace Burton dicen mas de el como ciudadano ingles del siglo XIX que de los negros que visita. Para muchos habitantes, él era su primer blanco. De vuelta a Zanzibar por el mismo camino, el capitán Speke dedico unos días a descubrir el lago Nyanza (o Victoria). En Zanzibar describe la vida general de los negros del este de África tal y como los había visto, con especial atención a cuestiones como la caza, el atuendo, la vida social y... sobretodo, la extensa opinión que el hombre negro le merece en general, y aún más en comparación con árabes, egipcios, bereberes e hindúes, por no hablar de ingleses: lo más suave que se puede decir de Burton es su actitud generosamente paternalista con ellos. Lo peor que se puede interpretar de su arenga a sus compatriotas es que el negro es y será siempre inferior ellos, y que necesitan ser instruidos en su propio beneficio si se dejan, porque su naturaleza propia no es buena.
A base de leer textos como este, he tenido la impresión desde hace años de que el típico racismo nazi, tan vilipendiado siempre, tuvo su origen no en Hitler o en cuatro iluminados germánicos, sino en estos ingleses que les antecedieron. Gente que miraba el mundo por encima del hombro, que se dedicaban a rebajar al resto de la humanidad sin pararse a pensar en sus propias miserias. No hacia falta viajar, en pleno siglo XIX, al corazón del África negra para estudiar los efectos de la riqueza, de aquellos aristócratas y burgueses ingleses, sobre las clases desfavorecida por un capitalismo sin trabas ni límites, un imperio británico empujado por la revolución industrial. Tal vez a Burton y a unos cuantos más se le hubieran bajado los humos.
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