LOS ÚLTIMOS DÍAS DEL ÁFRICA SALVAJE, de Amador Guallar
El autor, Amador Guallar, es uno de esos periodistas que lo mismo te lo encuentras en reportajes sobre la vida salvaje en África que en un restaurante de Kiev que al día siguiente será bombardeado por Rusia y donde encontrará la muerte la joven escritora ucraniana Victoria Amelina. Así que tenemos, según la revista 5W, a un periodista y fotógrafo freelance. De manera que este libro es un conjunto de reportajes que nos dan una idea general de la fauna salvaje a lo largo de varios países de la mitad sur del continente africano. Son varios los capítulos dedicados a reservas privadas y parques nacionales de Sudáfrica y Namibia principalmente, más algunos de Kenia, Zimbabue y Somalia. No solo habla en cada capítulo de una especie en peligro de extinción en el país desde donde el autor lo cuenta, sino que, además, describe cómo es la vida que llevan encerrados a veces en un pequeño coto. También añade otras anécdotas que tal vez nos suenen a los lectores. Por ejemplo, la historia de los leones de Tsavor, emparentada con la historia de Karen Blixen y su amante. Entran las primeras noticias de safaris tradicionales, de esos en los que cazadores como Ted Roosevelt amontonaba cadáveres por placer, o los primeros safaris fotográficos y su benévola repercusión en un cambio de tendencia. Pero el peso, con diferencia, que sustenta cada capítulo es el mismo: el contacto directo con estas especies a través del guarda o agente conservacionista que se dedica día a día a protegerlos, cuidarlos o estudiarlos. Hay muy poco trabajo, en comparación, de biblioteca. Y eso se agradece un monton. Es un relato de primera mano.
Una de las historias más conmovedoras, por el carácter mismo de la especie, son los elefantes traumatizados desde pequeños en las reservas durante los años 80 por los malos tratos que sufrieron de sus cuidadores en esos años. Con el tiempo, se volvieron salvajes contra los humanos y otras especies animales. Son animales que recuerdan el daño que, en algún momento, los humanos les hicieron; es lo que ocurrió en la región del Addo. Son capaces de volver una y otra vez al mismo lugar donde cayó muerto alguien de la manada. Lo recuerdan, recuerdan el trauma.
Por aquí pasan otras especies: el león, inevitable. El rinoceronte en sus diversas subespecies, tan imponente. Corretean las cebras más raras, los leopardos con el retroceso de sus dominios. Hay sitio para el hipopotamo y el por qué de su mala prensa. Está el muy misterioso pangolin por las leyendas que se le asocian, especie en situación crítica. Pero también la hiena, otro precioso animal, inteligente e injustamente maltratado en el imaginario colectivo. Cabe decir lo infantiles que somos adjudicando un carácter bondadoso o perverso solo por lo que una vez nos contó Disney o un documental poco riguroso. A través de las muchas conversaciones del autor con conservacionistas de distintos parques y reservas te das cuenta de lo frágil que se ha vuelto el ecosistema que sostenía la vida de estos poderosos animales. La presión demográfica y la caza brutal para satisfacer el mercado internacional, sobre todo chino y vietnamita son los que estan dando el tiro de gracias a estos animales. Te hablan del valor intrínseco de cada animal, de la maravilla que es tenerlos en estado salvaje para observarlos. En realidad son una joya, cada reserva es como una mina de diamantes con patas, con alas, con hojas, etc, que tiene realmente un valor muy-muy elevado en el mercado legal, ya no digamos en el ilegal.
Pero es que, además de esto, están los guardas de estos refugios de vida animal que andan rescatando animales de trampas, haciendo de escuchas en las poblaciones aledañas para saber quien esta dispuesto a jugarse la vida por cobrarse un animal protegido y persuadir para que eso no ocurra. Son gente con preparación militar, porque se enfrentan a gente muy preparada y organizada. Y los dueños de las reservas privadas hacen verdaderos esfuerzos por sacar adelante esta simbiosis de negocio y vida salvaje. Hay espacio también para la rehabilitación de animales heridos, o para la lucha por el agua en la desértica Somalia entre animales y hombres.
No se trata, por tanto, de conocer las costumbres de una jirafa cuando el autor se interesa por ella en una ONG que trata su supervivencia, no va de etología principalmente sino de cómo han venido disminuyendo su número de forma alarmante en unos países más que en otros, que se hace por revertir la situación en cada lugar y las perspectivas de futuro. En cuanto a esto último, el futuro, para estos conservacionistas, en un negocio que mueve tanto dinero, va del gris al negro.
Otro aspecto que ofrece el libro es el impacto que tienen los parques y reservas en las poblaciones autóctonas y, de paso, contar alguna historia del lugar que explique la singularidad por la que se conoce a ciertas regiones de África. Por ejemplo, en Namibia se explica la relación del colonialismo alemán con el genocidio hacia los judíos unas décadas después; la relación es directa. También esta relación de capítulos sirve para comparar la gestión entre países: por ejemplo, Namibia sale mejor parado que Sudáfrica, y el porqué. Son aspectos muy interesantes que nos hablan de esta parte del continente tan infantilizado por películas y ciertos libros, o condenado directamente por las perturbadoras noticias que siempre se nos ofrecen a los ciudadanos del primer mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario