VECINOS, de Jan T. Gross
Hace unos 20 años que le perdí el rastro a este libro, y paseando por las mesas de una librería hace poco sentí un impulso magnético, inmediato e instintivo de mi mano hacia este ejemplar de Vecinos de manera que luego no se soltaba ni aunque me sacudiera la mano o la amenazara con ponerla al fuego. Bromas aparte, es cierto que ya sabía de que iba el libro y me interesaba muchisimo. Primero porque la II Guerra Mundial es uno de mis temas preferentes, segundo porque ya atesoro un buen número de visitas a lugares de la Shoah por toda Europa, tercero porque justo este verano me recorrí toda Polonia, y cuarto y más importante porque el libro trata de un hecho comprobado muy controvertido: que los polacos mataron a muchos judíos sin ninguna presión nazi o soviética para hacerlo. Vamos, que ellos también les tenían ganas.
Y esto fue grave en su momento, evidentemente, pero también es grave porque las autoridades polacas llevan muchos años criticando este tipo de estudios que dejan tan mal esa parte de su historia (por otra parte, ¿qué país no tiene lagunas históricas, hechos de los que pedir perdón? ¿O van a ser solo los alemanes los únicos? Pienso en España, Gran Bretaña, Bélgica, Francia, Estados Unidos, Rusia... la lista es larga). Tan mal lo lleva el gobierno polaco que promulgaron leyes como la “Ley para el Enjuiciamiento de Crímenes Contra la Nación Polaca del Instituto de Memoria Nacional” con cuyos artículos 55a y 55b, intenta evitar las “falsificaciones históricas” y, por ejemplo, condena con penas de van desde multas a tres años de prisión a todos los que usen las palabras “campos de concentración polacos”. De este libro han salido documentales, y mucha prensa, de manera que el estado polaco se encarga de delimitar muy bien lo que puedes decir y lo que no dentro de una discusión histórica. Es, en realidad, otra ley mordaza. Estas leyes mordaza, como en España también, no hablan mal de una época, que ya es historia. Actuar en nuestros días así demuestra la jibarizacion de algunas cabezas que no ven más allá de sus narices, que se toman como propios agravios que ya no les corresponden por mucho que "les duela". Porque lo que creo que les duele más es perder ese sentido nacionalista, de poner a la defensiva a sus ciudadanos, o esas indemnizaciones que periódicamente piden a Alemania por aquellos sucesos. Como casi todo en la vida, creo que es más fácil seguir el rastro del dinero.
Están así las cosas con este libro. Habla de un lugar, Jedwabne, y un día concreto en el que unos polacos no judíos, pusieron en marcha uno de los pogromos más tristes y mejor documentados de la historia. A la entrada del pueblo colocaron en los años 60 esta placa: “En memoria de los judíos de Jedwabne y alrededores que fueron brutalmente asesinados y quemados vivos en este sitio el 10 de julio de 1941. En un solo día, una comunidad judía tres veces centenaria fue completamente destruida. Que esto sea una advertencia para que nunca más el pecado de antisemitismo lleve a los habitantes de esta tierra a ir contra sus vecinos”
¿Te puedes creer que mates a 1600 personas, vecinos tuyos de un pueblo de 3000, solo porque te caen mal, o porque te contaron hace años un montón de verdades de "Tik-tok"? ¿Que por tragarte sin más un montón de mierda de redes sociales te liaras a palos y a tiros con gente que no vive como tu, pero que te deja vivir? Bueno, eso y que, como con esos métodos no conseguían matarlos a todos y corrían el riesgo de que se les escapase por los campos, recurrieron a algo más contundente.
El libro es una exposición muy sencilla, rápida, que se lee en unas 150 páginas pero con varios pies de páginas que merecen ser leídos porque está muy documentado. Una vez sabido lo tremendo del caso, el libro mete el dedo en la verdadera llaga: ¿fue premeditado? ¿que excusas dieron los principales asesinos años después? ¿fueron juzgados y condenados de alguna manera? ¿Qué papel jugaron las autoridades nazis en aquel momento de la ocupación? ¿Como pudo seguir viviendo esa comunidad de polacos, ya sin judíos en el vecindario, con ese peso en sus conciencias? ¿Dónde quedaron los restos de los masacrados? ¿Que paso con los bienes de esta gente, a dónde fueron a parar? Otra vez el rastro del dinero, y del odio. A todo esto da respuesta el autor, y todo el círculo se cierra en un caso de falta de humanidad.
Uno recuerda, al cerrar el libro los altibajos que damos la humanidad con lo mejor y con lo peor. O aquello de que "el hombre es un lobo para el hombre". Recuerda también las guerras étnicas de Yugoslavia, por poner algo posterior la II Guerra Mundial, y me recuerda mucho a un caso mucho más cercano para mi, aqui en Navarra, como fue la fuga del Fuerte de San Cristóbal en 1938, durante nuestra Guerra Civil. Quienes la conozcan, estarán de acuerdo conmigo en que, dentro del género de fugas carcelarias, esta tiene unas dimensiones extraordinarias a nivel mundial que yo sepa. En aquella ocasión, a uno de los fugados lo mató un agricultor navarro de un tiro porque las autoridades habían avisado a la población de que todos ellos eran malos, peligrosos, una escoria, etc. En el caso de aquel agricultor que vio a aquel preso fugado, el estado de odio que llevaba encima le llevó a matar a un hombre indefenso. Por suerte, de estas cosas aun podemos hablar en esta tierra. Nadie se va a hacer acreedor de un criminal confeso, o eso espero.
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