DIARIO DE UN MAL AÑO, de J. M. Coetzee
Libro raro, no fácil de leer. Cierto que los personajes de Coetzee no suelen tampoco ser gente fácil, ni la alegría de la huerta. Sus libros tienen muchas capas de sentido. Pero aquí todo parece provocar al lector: la estructura es una sucesión de capítulos en los que primero habla quien parece ser el mismo Coetzee (C. o JC), y luego leemos un montón de opiniones fuertes sobre políticas y sociales. Son temas provocadores a veces, como la pederastia. Coetzee es de esos autores que asumen riesgos en la forma de contar: otro maestro de maestros. Aquí parece que el narrador y el autor son identificables, pero es más bien un juego de posibilidades. Y aparece una chica filipina en su bloque de pisos por la que babea considerablemente y sin tapujos para describirlo. Su voz, en primera persona, cuenta cómo ve ella al escritor profesional y su texto. No le merecen una buena opinión ni el autor ni sus opiniones. Asi que tenemos tres lineas narrativas paralelas: el escritor C, la chica Anya y el manuscrito del libro, escrito por el primero y mecanografiado por ella.
Esta parte dura dos tercios del libro, en los que Coetzee, lo reconozco, pone a prueba la paciencia del lector, o su curiosidad por saber en qué acabará está historia. Adoro a este escritor, pero reconozco que uno tarda en saber a dónde va todo esto...
Pasada la mitad del libro se mete también Alan, el novio de ella, en la ecuación, sirve para ponerla en entredicho por su actitud condescendiente (en su opinion) con C. y criticar al escritor sin ningún pudor.
Resumiendo: podemos ver que, llegados a la parte central del libro, tiene varias voces narrativas. La primera, las opiniones de JC, a veces C solamente, sobre un montón de temas controvertidos, que suponemos deben coincidir con el manuscrito. La segunda voz es la propia de JC (que suponemos el autor), luego está la de la chica Anya y luego entra el novio de ella, Alan, un tipo oscuro, el típico chanchullero con el dinero de los demás, una vocación más en la vida de gestor de inversiones/estafador sin escrúpulos y lleno de prejuicios y resentimientos hacia el prójimo. Cada uno de los 3 expresa su opinión sobre los otros en un soliloquio íntimo. Cada uno habla del otro refiriéndose a distintos momentos, pero todos estos discursos guardan una relación entre sí, a veces veladamente y otras de forma muy estrecha. Y ahí surge la chispa del libro, esa coralidad de voces independientes pero cuyo sentido depende del otro totalmente. Esa relación del individuo con su vecindad. En realidad, lo lleva haciendo desde el principio con los párrafos del manuscrito de opiniones, también relacionadas con los discursos de los protagonistas de una forma tan vaga que te lo preguntas constantemente: ¿es así o me lo estoy imaginando? De manera que ahora respondes claramente: es así!!!!!
La segunda parte del libro, que corresponde al último tercio en páginas, gira en torno a una cena de los tres donde Alan saca a relucir su mala baba. Aquí parece que el lector acaba su travesía por el desierto y Anya empieza a empatizar con JC. La cena romperá el clima seco y poco convincente de la historia que Coetzee venía contando: la cena, después de celebrada, dará que hablar a Anya con JC, y también con Alan. Para lograrlo Coetzee sigue utilizando esa técnica del collage que es partir en trozos una escena larga, hacerlo con otras escenas también e ir colocando todo ese conjunto de trozos mezclados pero agrupándolos por capítulos de manera intencionada. Siguen, eso si, un orden cronologico, de manera que tampoco te pierdes. Quien haya leído La verdad sobre el caso Savolta sabrá a qué me refiero. De esta manera, el autor nos obliga a estar atentos. Lo único atemporal son los discursos, las opiniones de C. para el libro, que ejerce también un fuerte contraste con el resto. Tal vez sean una especie de muleta que ayuda a hablar a los protagonistas de ciertos temas. Aquí es donde digo que Coetzee toma mucho riesgo narrativo, por decirlo de alguna manera. Toda esta dislocación en la imagen que tenemos de cada uno de los tres protagonistas sirven para añadir intriga pero para figurar un nivel fragmentario del conocimiento de la realidad y, aún más, de las personas. Fragmentos luminosos, y otros oscuros, fragmentos que se explican por sí mismos, pero hay otros que se entienden por contraste. Todo un juego de habilidad narrativa, para acabar descubriendo que un viejo aún puede recibir cariño pese a sus rarezas de viejo.
En realidad, el libro tiene varios asideros para entenderlo. Por ejemplo, las relaciones de poder dentro de la pareja. Lo que más me desconcierta es el tono autobiográfico cuando habla JC, por ejemplo de hacerse mayor o sobre la creación literaria, o las relaciones de vecindad (lo que dice de Tolstoi parece decírselo a sí mismo), y el tono casi siempre despiadado cuando son los demás quienes hablan de él. Original y desconcertante.
A veces, en este triángulo de amor/odio, se lanzan pequeñas frases en las que no sabemos a ciencia cierta quién de los dos se dirige a Anya, de manera que según elijamos a autor de las palabras el sentido ellas varían y el resultado es, por contraste, sombrío pero asombroso. Son detalles que me han explotado en la cabeza (por ejemplo, final del capítulo 16, libro II)
Coetzee es un enamorado de Tolstoi y de Dostoievski. Empezó su carrera como matemático y programador de ordenadores, un conocimiento que parece haber desempolvar en algunos capítulos en cuanto a lógica y números
Un libro escrito a base de aspectos autobiográficos, opiniones sobre todo un poco, confesiones de los personajes, mala baba de uno en concreto, amargura frente a la vejez y un deseo de amor simbólico que redima a C. Me podría pasar horas hablando de un libro tan original ,con destellos brillantes todavía de su autor, su respeto hacia otras formas de pensar y escribir que no son la suya, y su gran amor a los dos grandes de la literatura rusa.
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