ISABEL LA CATÓLICA, VIDA Y REINADO, de Tarsicio de Azcona
El libro comienza con una primera y completa impresión sobre Isabel, la deja como la conocemos comúnmente: lista, emprendedora, devota. Parece que el autor ha escrito un publireportaje: tal es la admiración que le suscita. Tarsicio de Azcona es un sacerdote navarro que murió hace pocos años, y pasa por ser una autoridad sobre la figura de Isabel y la historia esa época.
Pero después viene, hasta alcanzar las 750 páginas de lectura, la vida pormenorizada de la mujer, y las cosas con Isabel ya no son tan claras. De hecho, desde su nacimiento, el ambiente palaciego de la época se parece a un Juego de Tronos sin mitologías ni aspavientos, o mejor a un House of Cards por lo miserables de los actores, por lo litigante y sucio de las conductas. De vez en cuando el autor nos hace ver que, en los documentos y en los hechos, él ha leído entrelíneas cosas que otros pasaron por alto. Isabel, siendo niña/adolescente (1465), pasa de la nada, en cuanto a importancia política, a ser moneda de cambio entre facciones. Le aprecio mejor cuando valora situaciones difíciles como el poder real de un monarca en su reino original y en su papel consorte en el reino vecino, ya sea Isabel o Fernando. De manera que la unión personal de ambos reyes, su voluntad de unión, prevaleció en el resto de negocios políticos para conseguir una estabilidad que Castilla había perdido hacía mucho tiempo. Ese fue el objetivo tras la coronación de 1474, la legitimidad y la estabilidad bajo estas condiciones. Todavía no puede hablarse de centralismo frente a nobles y ciudades, pero el gobierno se encamina a esa forma de gobierno, el absolutismo.
Como no podía ser de otro modo, el relato pone las cartas boca arriba de los principales actores del siglo XV en Castilla, donde los nobles inician una revuelta contra Enrique IV, hermanastro de Isabel y padre de Juana la Beltraneja, un mote que ya es posiblemente una falsedad y, por tanto, un insulto.
Una de los asuntos en los que da su parecer es sobre la supuesta idoneidad de La Beltraneja para la sucesión. Cree que si era la heredera legítima y aporta las razones de peso. De hecho, aunque la propaganda lo evite, es más evidente esto que la legalidad del matrimonio entre Isabel y Fernando, que no tuvo consentimiento papal por un asunto de consanguinidad hasta dos años después de consumado.
Otra cosa que resume su lectura es el legado de banderías que recibieron Isabel y Fernando, de grupos de intereses entre los nobles por acumular poder a costa de unos de otros e implicando Enrique IV de una forma que lo debilitaba cada vez más. Un juego peligroso, unas veces al borde del golpe de mano para un secuestro de Isabel siendo niña, para la ocupación de una rica villa o directamente la guerra civil. A todo eso hubieron de sobrevivir ambos, con sus consejeros, sin descanso. Enrique IV murió en 1474, y ese era el ambiente que Isabel heredó.
De los muchos aspectos de la política isabelina, llaman la atención la profunda remoción de la administración, la sabia elección de funcionarios doctos y no de alcurnia, la ordenación de la hacienda. En cuanto a la consideración la Inquisición, me ha dejado asombrado por lo conciso y claro, sus páginas valen más que algunos libros específicos sobre el tema. Aquí se puede decir que la reina hizo bastante daño a miles de personas, injustamente, de forma directa e indirecta, y no solo con la valoración actual del tema, sino por las quejas emitidas por entonces y que hoy entendemos perfectamente, y contando con las varias revocaciones de permisos papales en otros temas porque algunas actuaciones de Isabel eran no sólo inmorales sino también ilegales. En cuanto a Tarsicio, agradezco que no lo oculte aunque es obvio que mantiene su simpatía por Isabel.
Hay unos cuantos capitulo dedicados a la reforma de la hacienda, a la reforma de la provisión de cargos eclesiásticos y del clero, así como de la religiosidad del pueblo llano. Es tema de leer más arduo que el resto, pero es la diferencia entre saber o no saber de la época con conocimiento de causa. Es ella la que modernizó la administración del reino y sus cuentas, y de eso se valieron hasta muchas generaciones después como para mantener colonias y provincias con muy poca gente de la península, para hacer que muchos criollos se sintieran españoles y mantener una Marina bastante aceptable en todo momento para unir las piezas.
Algunas otras notas que me han llamado la atención de la Reina Isabel:
1.- Muy religiosa pero capaz de extorsionar a cualquiera con tal de salirse con la suya, aunque fuera ante el Papa. El nepotismo y el cesaropapismo (condenado por la Iglesia en el I Concilio de Lyon, siglo XIII) están a la orden del dia.
2.- Como dijo algún extranjero de visita en aquellos años, Castilla se convirtió en un monasterio extenso por la imposición de usos y costumbres austeros a todos sus súbditos. Si alguno desea saber el carácter histórico del ideario nacionalcatólico del franquismo, puede empezar por aquí: esa idea de cómo debe ser el súbdito español (católico, austero, patriota, etc).
3.- La rebelión de los Comuneros, que sucedió con Carlos I, tenía precedentes en cuanto que las ciudades tenían ya experiencia anterior, en el siglo XV, en hacerse oír y no plegarse fácilmente a los intereses monárquicos.
4.- La quema de libros árabes, las conversiones por extorsión y la expulsión de los moriscos fue ilegal según el tratado que se firmó con Boabdil para rendir Granada. La guerra de las Alpujarras se encendió por reconvertir a la fuerza a cristianos convertidos a musulmanes durante la existencia del reino nazarí.
5.- La expulsión de los hebreos como medio de homogeneizar ideológicamente todos los reinos peninsulares a su cargo. Como ahora, es más fácil gobernar a los convencidos, aunque sea a la fuerza, que a los críticos o disconformes. Luego es mejor que estos últimos no existan.
6.- La sucesión llegó a Carlos I de rebote, como cuarta opción tras tres predecesores que de una u otra forma murieron. Así se entiende lo mal preparado y lo rodeado de gente poco recomendable que estaba el chico para gobernar.
Si tuviera que señalar algo que me ha dejado pasmado es esto: a veces el autor es increíblemente propenso a ciertas justificaciones, como que los judíos se resistían a pagar contribuciones municipales: no conozco mucha gente que la pague de buen grado. Hace un año me subió a mi el 100%, a gusto me hubiera resistido a pagar. Por cosas así veo en el autor que, a pesar de todo, hay bastante parcialidad en sus apreciaciones. Lo que no quita que lo haga en base a datos válidos. Podría haber dicho, por ejemplo, que esa corriente de animadversión de cristianos contra judíos en el siglo XV tenía un mínimo de hipócrita. Se aducen crímenes previos de unos pocos judíos, pero no se tiene en cuenta la presión social tan importante a la que estaban sometidos desde generaciones. El tono del libro es así, lo cuenta todo, pero las valoraciones son siempre a favor de la reina, a veces lo deja en tablas. Pero no en contra. Y llama la atención en lo mucho que se preocupó Isabel por la salud espiritual de sus súbditos, expulsando a los judíos como elementos corrompedores de los judíos conversos, pero no vio a los cristianos que se aprovecharon de ellos hasta las fronteras de la expulsión como un mal que tenía el precio de un castigo. En todo caso, el cinismo del autor al final de la página 555 es sonrojante: cristianos y hebreos eran un matrimonio mal avenido que acabó en divorcio porque eran incapaces de convivir. Mi opinión es otra: hubo un caso claro de abuso por parte de un maltratador, el que tiene todo el poder para serlo. No es una historia de buenos y malos, como en cualquier relación, sino de un abuso desmedido y continuado por una de las partes contra otra que no tiene muchas herramientas con las que defenderse.
La parte dedicada al descubrimiento de América es de las que más me ha gustado, bien ponderada en sus partes, y sin olvidar el punto negro de la esclavitud, no la que hubo de los nativos americanos, sino la de los negros africanos, esos de los que ni los nativos de entonces, ni los de ahora (los pocos que quedan), ni los descendientes de españoles y europeos ni los peninsulares actuales se acuerda ni en 1992 ni ahora.
Reseña muy bien que todo ese dominio posterior de los Austrias poniendo sus manazas sobre Europa fue una política que no iniciaron ellos, sino los Reyes Católicos. Y asume que ese título de Católicos concedido por el Papa es polémico, porque canoniza en términos generales una política que dudosamente podía serlo, según los principios católicos incluso de entonces, cuando no en contra. Pero el poder tiene razones para ser inmoral que no se le permite al pueblo, es ley de vida de entonces y de ahora.
El autor en todas estas cosas no sólo pierde su sentido crítico, incluso viene siendo laudatorio desde hace cientos de páginas. El autor es honesto en ese aspecto, no se oculta, tiene una visión benévola de la reina. Al final del libro, concede que es un problema sin dilucidar la yuxtaposición entre las preocupaciones éticas de Isabel y su práctica política. Ella y Fernando son los iniciadores de la modernización del Estado, los que imponen la razón de Estado en sus decisiones y los que dirigen hacia el absolutismo la forma de gobierno. Tanto personalismo en última estancia no puede más que chocar contra la libertad de conciencia de sus súbditos y con los remordimientos al final de la vida de la reina: ¿que otra cosa son sino las disposiciones finales del testamento, sino dejar que otros resuelvan los problemas de conciencia, bien contabilizados en las diversas disposiciones que dejó reflejadas negro sobre blanco? Seamos sinceros, si eres una persona decente, ¿que gobernante no siente el conflicto entre el fin y los medios? ¿acaso cualquiera no deja solucionadas las cosas, los líos que ha creado, al final de su vida? Al menos lo intentó, no todos pueden decir lo mismo. Por ahí pueden comenzar las simpatías por Isabel, desde el reconocimiento.
¿De qué sirve leer un libro como este? Tenía muchas ganas de entrarle a Isabel la Católica por varias cosas. Se le da la pericia en muchas de sus decisiones, y siempre la rectitud o su posibilidad. Yo no sé la concedo siempre. Estaba el hecho de una posible canonización, algo que promovió un leonés afincado en México. Estaba también el brutal uso que el franquismo hizo de su figura para apuntalar su ideología de nacionalcatolicismo (algo que el libro no toca obviamente, pero se puede hacer uno idea con un pequeño estudio de 18 paginas en este enlace de descarga directa de aquí). El sentir de la historia se arrastra en nuestras costumbres y educación, y uno adquiere elementos de juicio con independencia de interesadas corrientes políticas poco comprometidas con la verdad. Y, por supuesto, cuando uno lee novelas históricas, sabe previamente cuando se la están dando con queso y cuando no. Y luego, está lo mejor de todo: la curiosidad.
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