SIN LLEGAR NUNCA A LA CUMBRE, de Paolo Cognetti
Este libro de 107 páginas, con algunos dibujos a lápiz del autor, nos cuenta el trekking de cerca de un mes que hizo por una remota región del Nepal, una que se adentra en el Tibet y que es de las menos frecuentadas por los turistas: la región del Dolpo. De hecho, apenas cuenta que se cruzaran con turistas. Además de estas peculiaridades, alberga otra significativa: ninguno de los clientes que la componen aspira a hacer una cumbre de las que tienen a mano. Lo que no quita que superen, él y sus dos amigos, collados en torno a los 5000 m de altitud. En un trekking de estos no es raro, pero si hay siempre ambiciones por llegar muy arriba y aumentar el curriculum de cimas logradas. El acicate de Cognetti para este viaje, en cambio, es seguir el itinerario, más espiritual que físico, de Peter Matthiessen en El leopardo de las nieves, buscando algunas de sus sensaciones. Fue en 2018, el libro es de un año después.
Por otra parte, el autor avisa pronto de que el mal de altura lo lleva fatal, aunque hace todo lo posible para superarlo: caminar despacio, descansar, etc. El libro viene a ser, por tanto, una crónica de esos días de trashumancia humana por algunos de los panoramas más bellos e inhóspitos del planeta. Con todo, encuentran poblados estacionales donde aprovecha la gente nepali a trabajar con el ganado durante el corto periodo estival. Lo mismo observa a los porteadores, que a estos habitantes o sube a algún antiguo centro budista abandonado. Le acompaña, después de mucho convencerle, un amigo que recuerda un poco a aquel otro, malogrado, que aparecía en Las ocho montañas. Pero es lo único que me lo ha recordado, aquí el final del libro lo acompaña un perro, Kanji, que hace la mitad del trekking con ellos, una parábola del dejarse llevar por la vida cuando esta te viene de cara, con comida y calor en este caso. Así como el perro no se plantea metas a largo plazo, Cognetti rompe con esa casi dictadura sorda de que si haces un trek y no haces cumbre, algo te faltó. Aquí lo principal es superar el dia con nota, no esperar a llegar a la cima para sentirte así, de manera que da con situaciones en las que intervienen sus amigos, los guías, los cocineros, algunos habitantes de los valles y el propio preguntarse qué demonios hace allí pasando frío, cansancio y dolores de cabeza. Cada día tiene su cima,unas mas altas, otras más bajas.
El libro podría ser un bonito guion, algo pormenorizado, de una película que muchos hemos vivido cuando hemos ido a Nepal a hacer algo parecido. Se lee muy bien, me recuerda momentos pasados (punto fuerte para el lector que ya haya estado), y tiene unos pocos momentos reflexivos de los que, reconozco, agradezco que no se conviertan en ensimismamientos o en las típicas teorías huecas de la felicidad personal que tanto proliferan. Me alegro por la honestidad de su actitud. El himalaya no es solo de los alpinistas, y con un poco de imaginacion, es también de los que nunca lo han pisado.
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