DESENCAJADA, de Margarita Yakovenko
El relato empieza en 2019, cuando firma la nacionalidad española perdiendo la ucraniana ante la ley española. Para entonces lleva 20 años en España, habiendo nacido en 1992 en la tristemente ya conocida Mariupol. Se fue de Ucrania a los 7 años, con el visado español de su madre, que entonces tenía 27 años y abandonando su profesión de enfermera. El padre había ido a España un año antes y los estaba esperando en Barajas.
A partir de aquí, se inicia un duelo contado en primera persona por varias pérdidas: la perdida del resto de la familia, de los orígenes, del idioma, incluso de unos padres a los que cuesta tener en casa porque se tienen que ganar la vida como pueden. Si a eso se suma el grave conflicto interior de sentirse impostora ante sus compañeros de clase y sus novios aun siendo académicamente brillante, y el sentimiento de culpa por abandonar Ucrania, tenemos un cuadro bastante aproximado del drama. Volver a Ucrania cada verano no lo hacía más fácil.
Es, entonces una historia personal, una autoficción del desarraigo imposible de evitar. Cómo convivir con ese sentimiento de no pertenencia, y de pertenencia perdida. De estar donde la llevaron casi a la fuerza, a un lugar que se antoja aleatorio. Pero, en todo caso, vivir con el sentimiento de fondo de no estar nunca donde debiera. En la medida que la vida de los padres se desarma, como una vuelta al km 0 fuera de tiempo y lugar, la vida familiar se desestructura. Un nuevo peso frente a la promesa de una vida normal con la que vino a este mundo. Recuerda el sentimiento de soledad ya a los 8 años. El libro es en este aspecto un ajuste de cuentas más consigo misma que con el entorno. Una mirada que juzga, como si fuera una necesidad urgente. Un ponerse en el lugar de la madre para ser capaz de aceptarse a sí misma y su dolor, en el dolor de aquella.
Cómo compaginar lo que eres con lo que quieres ser. ¿Ser ucraniana y querer ser española? No, seguir siendo ucraniana para unas cosas y ser española para acceder a mejores oportunidades en la vida sin que te regalen nada. De ahí el síndrome del impostor, por parecer que quitas algo a los españoles aunque te hayas llevado el premio al mejor expediente académico de su promoción. Por este tamiz pasan las vidas de sus padres, la relación con su novio... y ella, que no se cree con derecho a ser feliz, una especie de autosabotaje con exceso de dramatismo para tener 27 años.
Todo está escrito como con un estado de ansiedad crónico. Un estado que deja huellas somáticas en el cuerpo y la depresión a ratos.
Todo se cuenta desde el momento actual, con saltos al pasado. Hay una historia de desamor en esos momentos, de ruptura con alguien, que da un contrapunto con la ruptura de su identidad pasada y la búsqueda de una nueva. Es el paradigma de muchos inmigrantes.
Al final vuelve a Mariupol, intentando deshacer el camino de la emigración para salvar, al menos, sus raíces y reconstruir de nuevo una identidad. Pero sólo obtiene un nuevo sentimiento de culpa al no lograrlo. Con todo, ella misma acaba reconociendo, que su melodrama debe acabar, asumir el pasado y mirar adelante. No hay otra posibilidad de mejora. Conocí a Yakovenko siguiendo la guerra de Ucrania, y con el tiempo ha caído este libro en mis manos. De manera que me parece una buena periodista que trae un tema muy actual como es el de la inmigración, y el de los desplazados por la guerra. Espero que la vida ya le este recompensando como creo que merece.
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