SOBRE LOS HUESOS DE LOS MUERTOS, de Olga Tokarczuk
Desde la primera página la narradora, Janina Duszejko, se descubre como una persona mayor un tanto especial. Resulta agradable descubrir cómo la autora elige las mínimas pinceladas para lograrlo al principio, y no sólo cuando busca explicaciones astrológicas al carácter de las personas: hace alusiones a ángeles, habla con animales, se entiende mejor con los inadaptados, vive casi encerrada, etc. Es decir, es una mujer poco convencional. En realidad, es de esas personas de las que más de uno calificarla de chifladas. No hay más que leer las dos cartas a la policía, pero son todo ejemplos muy interesantes del desarrollo de sus pensamientos. Porque esa es la forma de narrar que ha elegido Olga Tokarczuk en este caso: seguir sus pensamientos. Es como cotillear dentro de un cerebro excéntrico, cada vez lo flipas más; pero sin sentirse culpable porque es un personaje ficticio.
Solo al final veremos que esa mujer es de la estirpe de don Quijote en cuanto a chifladuras. ¿Que es verosímil y qué no lo es en la interpretación de los crímenes? A mitad de libro hace una revelación nada inocente: es ingeniera, levanta puentes. En latín, pontífice. Está claro que estudia a la gente, pero bajo los parámetros de los planetas. Y esta narradora lo cuenta con humor y con cartas astrales que fallan menos que la policía. En el pueblo, la vida es dura en invierno, hay poca gente y los tres que no se van a la ciudad en esos meses tampoco se juntan. Esta es la situación inicial, pero cambiará.
Poderosa imaginación para recurrir a ciertos detalles de las escenas para hacerlas avanzar con vigor, y dentro de una coherencia entre los detalles y el hilo de la historia. Me ha resultado muy fácil de seguir en todo momento porque además los personajes resultan tan vivos y posibles que me recuerdan a personajes de las grandes novelas del siglo XIX. Pero solo hasta ahí, porque aquí no hay melodramas decimonónicos. Además, aunque tarde, uno se acaba dando cuenta que la autora te ha estado ocultando cosas a la vista. Vamos, que ha jugado un poco contigo.
Sigue teniendo detalles, aunque menos que en Los errantes, en el que la autora vuelve a mostrar su gusto por la casquería. Y la influencia de William Blake está en todos los capítulos, a veces en sólo los títulos, a veces también en citas.
En general, se entiende bastante bien el motivo por qué está mujer ha decidido vivir apartada de la sociedad polaca. Para empezar, hay un hilo de unión entre la humanidad, la naturaleza y los astros que la primera parte de esta ecuación parece querer destruir a tiros. Es fácil ver el embrutecimiento de mucha gente, principalmente policías, pero también muchos otros colectivos como el de los cazadores. Mentes obtusas desde su perspectiva animalista. Pero la percepción de los otros también es más realista: ahí está la conversación con el guarda forestal. Aunque también funciona como una metáfora del capitalismo más salvaje. La protagonista, Janina, siempre encuentra una réplica a sus discursos emocionales, desde la brutalidad (policía, cazadores) o desde la racionalidad (sus amigos). En todo caso, Janina es una mujer aislada por los demás, pero no hasta el punto de no observarlos. Los describe con fina ironía, sobre todo a los elementos más respetables de una sociedad rural, burócratas, fuerzas del estado y el sacerdote del pueblo. En el triplete de humanidad, naturaleza y sentido de la vida (ciencia astral), no parece que los primeros estén en la cúspide de nada. la autora baja continuamente a la humanidad del pedestal al que se subió hace siglos.
Ya cuando llego al tercer muerto en cuestión de meses de la novela empiezo a plantearme que de verdad son asesinatos. Aunque no me creo aquello con lo que se despacha la protagonista: cada uno ha caído a manos de la fauna y de la naturaleza en general empujados por animales concretos a causa de sus crímenes contra ellos. Eran un furtivo, un empresario con una granja de zorros y un policía corrupto.
Con el cuarto fallecido hay una inesperada elipsis, con el quinto, ya hemos alcanzado el paroxismo de la novela negra que no había al principio, porque todo lo demás hasta entonces, la vida cotidiana de esta mujer mayor, sus recuerdos, sus observaciones de la naturaleza y las personas, todo queda borrado ante la pregunta de qué está pasando, y qué eslabón une a nuestra protagonista con los crímenes. Ella tiene su propia justificación, las cartas astrales.
En cuanto a locuras, el párroco se despacha desde el púlpito con una defensa de la caza que da asco. Pensé que era ficción, pero no: al final del libro Olga Tokarczuk avisa que es una recopilación de sermones reales que se encuentran en Internet. Por cierto, el año pasado viaje por esa zona del sur de Polonia pegado a Chequia y es muy verde y bonita.
Leo en otros lugares que esta novela se vende como novela negra. En mi opinión, siendo esta la tercera novela que leo de Tokarczuk, entiendo que vuelve a remitirse a la vida humana para copiarla: es una mezcla de géneros. Hay epístolas, hay autobiografía, hay realismo y también esoterismo... podria seguir asi porque ¿que no hay en las novelas de Olga Tokarczuk como pasa en la vida? Seguramente seguridades. Se vende como un thriller, pero es mucho mas, es contemplar a un elefante vestido dentro de la cacharrería.
Es una de esas premios nobel de las que unos dudan en cuanto a su valía, mientras otros no comprendemos cómo no oímos nada de ella hasta que se le concedió el premio. No hay vida suficiente para descubrir tanta cosa buena.
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