FUEGO Y CENIZAS, de Michael Ignatieff
Me gustó lo suficiente EL ÁLBUM RUSO como para repetir otro libro de Ignatieff. En este, una reedición de 2014, nos habla sobre lo aprendido de política real al aspirar a primer ministro de una potencia del G7, Canadá. Porque de enseñar política en la universidad, de escribir libros y ser un político de salón ya sabía, era esa su carrera profesional hasta que el Partido Liberal, el que gobernó mayoritariamente el siglo xx canadiense, le ofreció la oportunidad de presidirlo mientras ese partido se hundía en las encuestas.
Su historia recuerda un poco a la de Vargas Llosa, un reconocimiento de su exceso de ambición, de sus errores de valoración propia y del entorno. Pero es más concreto, didáctico y ofrece mucho menos autobombo. Contando su experiencia Ignatieff no solo la disecciona, también da gracias por la gente que conoció, con nombres y apellidos, que por muy masilla que fueran, lo dieron todo por él. Entre lo que exalta y lo que calla, queda además la sabiduría aprendida tras el error de presentarse a primer ministro. Y es con lo que me quedo pasadas las muchas anécdotas que no están nada mal. Lo resume en el último capítulo, extraordinario. Es una lectura amena y con tono muy personal. Añadir que Canadá, según he leído, por su estructura estatal, estaría en condiciones de entrar en la UE si fueran europeos. Por tanto, no están extraño su sistema para nosotros como EEUU, y eso hace más comprensibles los pasos que va dando Ignatieff en su carrera política desde 2004 hasta 2011.
Es un manual de aprendizaje de políticos, sobre lo que uno hace, lo que debería hacer y, ante todo, lo que no debería haber hecho nunca él, porque la lista de sus tropiezos o malas evaluaciones de la situación política es larga. Eso sí, disfruta los pocos aciertos en su carrera de oposición al gobierno y postulación al cargo de primer ministro. Ignatieff es un tipo muy interesante de leer.
Fuego y cenizas, un muy descriptivo título, puede ser una forma de que nosotros, los ciudadanos, podamos entender la letra pequeña bajo los titulares periodísticos, porque, de forma más relajada, con perspectiva y sin alborotos, va desgranando la verdad de muchas actuaciones de nuestros políticos, las que habitualmente apreciamos que poco tienen que ver con los intereses de la ciudadanía. Porque si algo queda claro, es que estos políticos buscando titulares están muy lejos de los intereses ciudadanos. Parece ser que el ciudadano es el que debe asumir los intereses de ellos, jalearlos como en un estadio. La experiencia de Ignatieff es la de un hombre que no lo entendió bien hasta que por puro orgullo, se metió él solo en política durante 6 años, por invitación también. Era un mundo que creía conocer como intelectual y que, a la hora de la verdad, desconocía. El tono tirando a humilde del texto le otorga la confianza del lector: llevó a su partido, el más importante de Canadá, a los peores resultados de su historia en las elecciones generales del 2011, y ahí tiró la toalla. El último capítulo resume su mensaje al que quiera dedicarse a esto, es muy bueno. Ya no es un tipico politico el que escribe, sino un hombre con sus ideas políticas, como cualquier persona. Un exlíder de la oposición al que se le puede escuchar por tres motivos: su formación académica, su experiencia política, y porque parece buena gente (no le han pillado en nada negativo que yo sepa y valora el trato con el otro, no lo desprecia). De hecho, hay un mantra que recorre las 225 páginas del libro: cómo ganarse el derecho a ser escuchado. Los otros temas son el partidismo, el valor de las ideas propias frente a la conveniencia de ellas en cada momento, el oportunismo, la destrucción del oponente, saber por qué está uno en política, el trato con los que ayudan a ganar elecciones, el valor de la lealtad y la lealtad mal entendida dentro del partido, el respeto al ciudadano, el valor de la democracia. Habla de quién puede valer para político y quien no, sin entrar en temas de corrupción que no deberían ser ni discutidos (la corrupción no se discute como buena o mala, mejor o peor, se rechaza como premisa), sino desde otros principios que uno debe valorar conforme va perdiendo la inocencia en este juego.
También es otra forma de interesarse por la política reciente del país, si te gusta Canadá más allá de los tópicos, como es mi caso.
Lo que no se trata, claramente, es de un manual para ganar elecciones. Pero sí con varios motivos para perderlas.
Por supuesto, este es el típico libro del que uno piensa: todo el mundo debería leerlo porque, ¿quien no está echando pestes a cada rato de lo que pasa? Creo que criticar es lo más fácil, pero también es el primer peldaño del interés por algo. Lo siguiente es informarse en profundidad y aprender con los mejores. A nivel internacional, Ignatieff es uno de los que nos pueden valer. Este año sin ir más lejos, se le concedió el Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales.
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