LAS MONTAÑAS DEL OCEANO, de Bertrand Dubois
Este libro va de romper con lo conocido y atreverse a descubrir más cosas. De cumplir sueños, de no dejar de ser joven e inquieto por tu entorno. De romper con los localismos. Y eso, viniendo de la mano un guía alpino profesional, significa subir más la apuesta por su profesión, o meterse en tinglados muy diferentes a los que se dedica. Con sus 220 páginas confirma ambas ambiciones: navegar y escalar en la zona de los rugientes 50º.
Dentro del relato hay un gozne que separa, por un lado, las preocupaciones de Bertrand Dubois y sus numerosos compañeros, y por otro, la acción misma del viaje a las islas Georgia del Sur: el 16 de septiembre de 1979. Es la fecha en que se dirigen hacia las islas, un pequeño archipiélago de soberanía británica perdido, directamente, en el culo del mundo. Lo alcanzaron el 5 de enero del año siguiente tras pasar por Rio de Janeiro y Buenos Aires, y lo hacen navegando el Basile, un velero con motor. Era una embarcación nueva. Basada en otra anterior llamada Damien II, estaba diseñada para ellos que eran alpinistas y guías de Chamonix y Saint Gervais, con muy poca preparación marítima en principio. Pero tanto le gustó a Dubois el tema que después de esto se convirtió en patrón de barco e hizo más viajes.
Así que hasta esa fecha en que comienza el verano austral tienen mucho trabajo por delante. Dubois y unos pocos "insensatos", que han decidido ser jóvenes a conciencia, por pura aventura, y con provecho de ello (porque si algo destaca de gente capaz de hacer esto es ser muy sensatos), han tenido que buscar una cuantiosa financiación que no poseen a priori. Endeudarse hasta las cachas, como solemos decir, pero a la vez ir marcando posibilidades de crecimiento económico para que los bancos y marcas de material deportivo se fíen de ellos. Todo ello muy interesante y que hace añorar otras épocas para semejantes lances épicos. Además, aunque entre saboyanos y bretones ocho fueran los expedicionarios, la preparación del viaje tiene el mérito de sumar los esfuerzos imprescindibles de mucha gente que no les iba a acompañar, de gente bien dispuesta, con recursos útiles, que quería ver conseguida la hazaña de Dubois y sus amigos. En este sentido, lo que cuenta es que este viaje es un buen ejemplo de echar a andar una propuesta difícil y colectiva a través de unos seis años de preparación.
El otro lado del gozne del 16 de septiembre lo marcan las estimulantes etapas del viaje, su exploración marítima y alpina en torno a las montañas del océano, las de las islas de Georgia del Sur. Este viaje es una mezcla muy interesante de retos novedosos. A esta cadena montañosa aislada se la califica como los Alpes del Sur. Tiene su máxima altura en el monte Paget, de 3000 m. Van coronando esta y otras cimas en medio de una meteorología horrible, con mapas poco definidos, cruzando algunos caminos de Shackleton en su odisea, una de las inspiraciones del autor para el viaje. Está enterrado en el cementerio de la isla. Aunque la isla tiene algo de cementerio: quedan numerosos trastos y edificios arruinados de la época de los noruegos y sus andanzas balleneras. Para las salidas montañeras el barco los deja y los recoge en puntos costeros convenidos, pero siempre hay un fuerte riesgo: el lado más fácil de la ascensión de un pico es el más difícil para evitar escollos y arrecifes peligrosos para la aproximación del Basile. Pero no importó demasiado: aun con precauciones, me parece que iban sobrados. Subir el Paget marca un antes y un después, eliminan ansiedades y disfrutan más de sus salidas por la isla entre excursiones, ascensiones, convivir con la fauna y descubrir varias estaciones balleneras noruegas abandonadas desde hacía mucho, entre los huesos de ballenas abandonados. Estan los restos de seis estaciones, la ultima se abandonó en 1965. Y, salvo contadas ocasiones, siempre con un tiempo lluvioso y ventoso, a veces nivoso.
El relato nos describe un paisaje alpino difícil de igualar, salvaje, perdido, al alcance de muy pocos por lo aislado y lejano que es. Dubois en todo momento se deja llevar por el entusiasmo de haber llegado y estar allí, por solventar situaciones engorrosas. La convivencia entre ocho personas tan dispares no es un logro menor. Acabado el visado de dos meses concedido por los británicos, regresaron a Francia.
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